martes, 22 de febrero de 2011

Reflexiones sobre el futuro de la Enseñanza en Cataluña, ante el momento actual de crisis y con el Telón de fondo del fracaso Escolar.







Los recortes del Govern han paralizado el proyecto de los ordenadores en las aulas. Pese a ello, éste no ha sido uno de los motivos que más ha preocupado estos días en materia educativa. El centro de la cuestión es, más bien, lo que supone socialmente la reducción del presupuesto en educación: menos inversión en el futuro. Hay un problema educativo que se refleja, entre otras cosas, en el elevado fracaso escolar. ¿A qué se debe: a temas económicos, de valores, o una mezcla de ambos?
Los ordenadores y el fracaso escolar
Por un lado, tenemos el frente económico. En Catalunya, la consellera Irene Rigau anunció como parte de los recortes para combatir la crisis la disminución del 60% de las plazas de oposición a profesor, así como la paralización de la digitalización de las aulas. ¿Los problemas educativos son una consecuencia directa de los recortes y la falta de inversión? Basándose en la evaluación del año 2009, que “los que no usaban nunca o casi nunca el ordenador en clase obtenían mejores resultados en las materias examinadas”, seria por tanto un “fracaso” el plan de instalar ordenadores en las aulas.
Los ordenadores por sí solos no solucionarían los problemas de la educación, por lo que la política de cheque no es suficiente para reducir el fracaso escolar.
Con la paradoja de la exigencia de la sociedad hacia el profesorado, y no hacia sí misma: “No se pueden pedir peras de exigencia y aprendizaje al olmo del niño consentido, mimado e imbuido al vacío consumista y hedonista”.
Existe una gran incertidumbre ante el sistema educativo, especialmente por la reducción de los presupuestos en educación y es lamentable que “la inversión en educación depende de la bonanza económica del momento”. “Estructuramos el entorno laboral y el ocio según las necesidades de los adultos, como si nuestros hijos no existiesen”.
No obstante, la inversión económica en educación no afecta sólo al equipamiento de material tecnológico. También supone menos presupuesto para docentes, con lo que se aumenta el ratio de alumnos por profesor. Cabria apostar por aulas con un máximo de 20 alumnos, lo cual facilitaría la consecución de los objetivos curriculares y la atención a la diversidad de los estudiantes. En contraposición, existe la creencia de que el principal fallo es “el interés y la preparación de los profesores”: “En mis tiempos las clases eran de 60 alumnos pero el fracaso era muy reducido, con sólo uno o dos repetidores por curso”. La réplica diría que el desinterés del alumnado se debe más a la educación que reciben fuera de las aulas, y la solución sería diversificar los currículos en secundaria en función de los intereses de los alumnos”.
Estamos ante una crisis de valores en las aulas?
Por otro lado, nos encontramos ante el factor sociológico. El interés de los alumnos no se soluciona a golpe de talonario, por lo que, al menos en parte, la crisis no debería ser un problema para mejorar la educación. Deberíamos reflexionar sobre la importancia de enseñar valores y ayudar a descubrir talentos escondidos: “Se percibe cada día el cambio de valores, la falta de hábitos y de límites, que provocan carencias emocionales en los niños, pero ni se dice ni se hace nada”. La propuesta seria integrar en la escuela enseñanzas sobre educación emocional.
Una de las causas de la falta de interés del alumnado se debe a las asignaturas que se cursan. El eterno debate sobre si un futuro lingüista debe estudiar integrales o si un futuro matemático debe conocer el arte de la capoeira. De esto se quejaban unos estudiantes de primero de bachillerato: “Es una incomprensible pérdida de tiempo hacer malabares o escalar de manera impuesta en un nivel postobligatorio, qué puede aportar una asignatura complementaria como educación física en nuestra formación”, comenta una alumna al tiempo que pedía que esta asignatura sea opcional y no obligatoria.
También hay una serie de justificaciones que apoyan la permanencia de la educación física en el bachillerato, como la alta tasa de sobrepeso y colesterol infantil, que no todas las asignaturas son de agrado de los alumnos o que en el resto de Europa esta asignatura tiene mucha presencia en los currículums.
Otro de los temas de preocupación es la implantación de los exámenes de septiembre. Hay quien piensa que son “necesarios” porque ayuda a los estudiantes a empezar el siguiente curso mejor preparado. Aunque que no se debe incentivar la recuperación de todo un curso en sólo tres meses de verano.
Con la crisis, la educación está en la cuerda floja. Esta vez, no obstante, no hablamos sólo de crisis económica, sino también de crisis de valores. La educación es responsabilidad de la sociedad, es decir, tanto de las escuelas, como de las familias.
El debate sigue abierto: ¿La educación ha de basarse en los presupuestos, con sus consiguientes modificaciones periódicas, o asentarse en los valores sociales, que debemos estabilizar y orientar adecuadamente entre todos?


JM

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